EN EL TERRITORIO DE HOY FLORIDA, UN 24 DE JUNIO DE 1760 INICIO DEL PROCESO FUNDACIONAL DE FLORIDA CON EL FORTÍN DE SAN JUAN BAUTISTA EN LA ZONA DEL “CERRO DEL CABILDO”

 

EN EL TERRITORIO DE HOY FLORIDA, UN 24 DE JUNIO DE 1760 INICIO DEL PROCESO FUNDACIONAL DE FLORIDA CON EL FORTÍN DE SAN JUAN BAUTISTA EN LA ZONA DEL “CERRO DEL CABILDO”




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Se funda el Fortín de San Juan Bautista, POR SER EL DÍA DE SAN JUAN BAUTISTA EL PRECURSOR, SANTORAL CATÓLICO. FORMA PARTE DEL PROCESO FUNDACIONAL DE FLORIDA

EL FORTÍN DE SAN JUAN BAUTISTA

Orígenes del actual Departamento de Florida. Las tierras que comprenden el actual departamento de Florida, eran habitadas por los indios charrúas antes del asentamiento español.

A partir del siglo XVIII, guaraníes tapes y minuanes, también se dedicaron a explorar este territorio y a beneficiarse de la proximidad a la jurisdicción de Montevideo, mediante robos y saqueos en las estancias del sur. Una parte de las tierras de Florida estaba comprendida dentro de esta jurisdicción y sometida a la ley del Cabildo de Montevideo, mientras que la zona entre la Cuchilla Grande y el río Yí pertenecía al Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires. En la práctica eran tierras bajo control de indígenas y faeneros, que pasaban con sus tropas por el límite norte de esta jurisdicción, por el Camino de los Faeneros.

Contexto y proceso fundacional del fortín de San Juan Bautista.

Desde la erección del primer recinto fortificado, Montevideo, como plaza militar, estuvo bajo el mando de comandantes dependientes del gobierno y Capitanía Gral. de Buenos Aires.

La condición de antemural frente a los audaces avances portugueses, concretados a partir de 1680 en la cercana presencia de Colonia del Sacramento, provocaba, constantemente, rozamientos e intentos de asalto que se formalizaban cuando, desde la Corte hispánica, resurgían los deseos de recuperar las tierras del enclave lusitano en el Plata.

Sus límites jurisdiccionales fueron establecidos en 1724 por Pedro Millán, a poco de la fundación de Montevideo, desde la boca del arroyo Cufré, en el oeste, hasta el cerro Pan de Azúcar, al este; por el norte desde las nacientes de los ríos San José y Santa Lucía siguiendo la línea de la Cuchilla Grande hasta el cerro Ojosmín (actual departamento de Flores).

El resto del territorio que hace actualmente a nuestro país seguiría bajo la directa jurisdicción del gobierno de Buenos Aires, no teniendo injerencia en él las autoridades montevideanas.

 

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Desde su fundación en el período 1724-1730 hasta la toma de posesión el 15 de marzo de 1751, del primer titular de la Gobernación, José Joaquín de Viana, Montevideo, luego de la etapa inicial o de la Comandancia militar, vivió distintas etapas bien diferentes de su funcionalidad histórica. La primera de ellas la ubicamos en el período 1751-1776 o sea desde su inicio hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata, en que la ciudad operó, fundamentalmente como bastión defensivo principal de la frontera. Sabido es que desde el desembarco de las dos potencias ibéricas en tierras americanas comenzaron las disquisiciones teóricas, las negociaciones dipomáticas y los conflictos bélicos entre ambas buscando imponer la hegemonía en el nuevo continente. La lejanía de estas tierras con relación a los centros de poder dominantes hacía compleja la determinación práctica de los límites de las posesiones imperiales de hispánicos y lusitanos. El 27 de enero de 1752 llegó a Montevideo el navío “El Peregrino” conduciendo a su bordo al Marqués de Valdelirios, Comisario español para fijar sobre el terreno el trazado del límite –convenido con Portugal dos años antes en el Tratado de Madrid o de Permutaen colaboración con el Comisario lusitano Gomes Freire de Andrade –entonces Gobernador de Río de Janeiro, Minas Gerais y San Pablo. En cumplimiento de sus cometidos, los Comisarios Reales dieron comienzo al señalamiento de la línea divisoria entre ambos dominios americanos de España y Portugal en noviembre de 1752. El primer marco fue colocado en la costa próxima a Castillos, en las faldas del cerro de Buena Vista, en la actual Punta del Diablo. El segundo en el cerro de India Muerta y el tercero en el llamado cerro de los Reyes, cuya operación terminó el 8 de enero de 1753. La línea divisoria debía continuar por las cuchillas de Carapé y Grande hasta dar en las cabeceras del Río Negro; de aquí seguía hasta las nacientes del Ibicuy, siguiendo el cauce de este río hasta su desembocadura en el Uruguay. De acuerdo, pues, con este trazado, pasaban a integrar el dominio portugués del Brasil los territorios de las Misiones Orientales y los dos tercios del actual departamento de Rocha, un tercio del de Maldonado, las tres cuartas partes del de Lavalleja, todo el de Treinta y Tres y los tres quintos del de Cerro Largo. Queda claro que a partir de ese momento la Gobernación de Montevideo se transformó en un estratégico espacio fronterizo en los dominios españoles. Esta circunstancia impuso la necesidad de acelerar el poblamiento de esta para establecer “fronteras vivas”, adjudicando tierras a varias familias 2

 

principales y a colonos que destacaran por su adhesión a la corona, a la vez que posibilitó la aparición de nuevos núcleos poblacionales. Dentro de la gobernación montevideana, el territorio al norte del río Santa Lucía estaba absolutamente despoblado. La excepción la constituía el establecimiento creado en1745 por la Compañía de Jesús de la estancia “Nuestra Señora de los Desamparados”, comprendiendo un vasto territorio al norte del río Santa Lucía Grande, entre el río Santa Lucía Chico, el arroyo Casupá y la Cuchilla Grande. De este gran latifundio, más conocido como “Estancia de la Calera”, gran parte de su producción de cal significó un insumo fundamental que tuvo como destino la industria de la construcción en San Felipe y Santiago de Montevideo. La imperiosa necesidad de asegurar la frontera se expresó en la disposición del Cabildo de Montevideo que ordenó en 1757 alzar dos fortines fronterizos: uno en las cercanías de las nacientes del arroyo Pintado, el otro en las cercanías del arroyo Casupá.

 

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Aunque la erección de las dos guarniciones militares se estableció de acuerdo a la resolución del Cabildo, sólo fue efectivamente concretado el fortín ubicado en la zona norte, muy cerca de la Cuchilla Grande Inferior –donde se extendía el llamado “Camino de los faeneros”- en las cercanías de las nacientes del arroyo Pintado. Según la descripción de la época era “Un fortín, con un corral de palo a pique, y dentro dicho fuerte. Un rancho con su cocina bastante capaz, quinchado de paja y techado de embarrado. Un corral para ganado…”. El mismo se levantó utilizando fundamentalmente mano de obra indígena, más concretamente de guaraníes provenientes de las Misiones, de igual forma que unos años antes lo habían hecho con la estancia jesuítica “Nuestra Señora de los Desamparados”. El costo de esta obra alcanzó la suma de 318,5 reales, además de quince reses utilizadas para el gasto de la guardia y manutención de los trabajadores.

 

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Fundado en el año 1760, se mantuvo en su primitiva ubicación hasta 1764, año en que el Cabildo decide refortificarlo y cambiar su ubicación ante la inminencia de nuevos ataques y de acuerdo a la protección que necesitaba la creciente población de la zona. Lo trasladó a una legua de distancia de su ubicación anterior, asentándolo estratégicamente sobre una cuchilla, exactamente donde se encontraba el establecimiento ganadero del Sr. Ventura Beloqui. Desde allí se domina una gran extensión de campo, los arroyos Pintado y de la Virgen, y el Santa Lucía.

 

Retornando a la primigenia fortificación de 1760, aunque de infraestructura modesta, significó un enclave militar que cumplió el rol de afirmar y ordenar la frontera norte de la gobernación ante la siempre presente amenaza de los avances portugueses.

Su denominación oficial fue “Fortín de San Juan Bautista”, presumiblemente porque su construcción se concretó el 24 de junio de 1760 (día de dicho santo según el Santoral católico) y correspondería al teniente Francisco Ximénez; más allá que se lo referiría como Fortín de la Frontera o Fortín del Pintado, por su ubicación. El novel baluarte militar posibilitó acelerar el referido proceso formal de poblamiento de la franja norte de la Gobernación, lográndose establecer la ansiada “frontera viva” para prevenir una mayor expansión lusitana, así como también las incursiones de los renegados e indígenas que con ellos comerciaban en el marco de las vaquerías realizadas en territorio español. Es así que se apuran los trámites para distribuir las tierras de esa región entre nuevos dueños. Se constituye la acostumbrada “estancia del Rey” y se comienza la distribución de pequeñas parcelas entre aquellas familias más humildes que deseaban instalarse en el lugar. Este fue el origen de la primera población del Pintado. En 1762 se otorgaba a la familia Viana Achucarro la estancia “De los Marinos” o “De la Cruz”. En 1767 la Compañía de Jesús es expulsada de todos los dominios españoles y la estancia Nuestra Señora de los Desamparados (o De la Calera) pasa a ser propiedad de la familia García de Zúñiga. La presencia de los numerosos propietarios aseguraba que estos defenderían sus propias explotaciones y ganados, con lo que estarían resguardando a su vez la propia frontera del reino. Sin dudas que el fortín de San Juan Bautista fue un respaldo militar oficial que apuntaló la acción de los actores privados a efectos de alcanzar el objetivo antes mencionado. 5

 

En 1773 –para evitar los abusos de algunos vecinos- el Cabildo señaló límites del territorio adjunto al fortín, en una línea que iba desde la horqueta del arroyo Pintado hasta el desagüe en el Santa Lucía Chiquito, sobre el cauce de este último –aguas arriba- hasta la desembocadura del arroyo de la Cruz, y desde allí, en línea recta, hasta la horqueta del arroyo de los Molles. Esta zona tuvo un importante crecimiento poblacional donde los predios repartidos fueron menores y las viviendas estaban más cerca. Es en esta franja de territorio entre el arroyo Pintado, el río Santa Lucía Chico y el arroyo De la Virgen, donde surgiría el primer centro poblado del actual departamento de Florida: la llamada Villa del Pintado.

 

La villa del Pintado.

Como corolario de este proceso, en esas tierras norteñas de la jurisdicción de Montevideo, conocidas como paraje del Pintado, se formó una importante concentración de población por el fraccionamiento de terrenos, que contrastaba con la extensa y desolada zona de grandes estancias del norte del actual departamento de Florida.

 

Con el paso del tiempo y el incremento de población (aproximadamente 250 habitantes) en el año 1779 se erigió la primera capilla destinada a Nuestra Señora de Luján, que fue donada por María Rosa Falanca y su hijo, tras el deceso de su marido el indio terrateniente Antonio Díaz. En 1790 esta fue promovida a vice parroquia. Así evolucionó Pintado, posta en el camino de los faeneros y de los contrabandistas portugueses de paso entre Río Grande y Colonia del Sacramento.

 

Militarmente, el segundo fortín ocupó una posición óptima, pero no así la incipiente población que rodeaba y buscaba la protección del mismo, dado que la citada cuchilla es bastante árida y pedregosa y, además, el agua estaba lejos pues el Arroyo de la Virgen corre a casi una legua del lugar. Como si esto fuese poco, la zona carece de montes que pudiesen proveer de leña, combustible imprescindible para cocinar los alimentos y calefaccionar las viviendas. En base a estos factores determinantes, el villorrio subsistió apenas algo más de tres décadas. Algunas pulperías se mantuvieron próximas al arroyo de la Virgen. Una de ellas perteneció al que 6

 

posteriormente sería el fundador de Florida, don Bernardo Suárez de Rondelo, en aquella época Síndico Procurador del Cabildo montevideano y padre de Joaquín Suárez. En 1804 la capilla fue elevada a curato y en 1809 el virrey de Buenos Aires designó como cura párroco a Santiago Figueredo, que asumió el cargo cuando la villa estaba en decadencia. Este pago tuvo un juez comisionado, Juan Angel del Llano y Braceras, la primera autoridad del departamento.

 

Dado que este año conmemoramos el bicentenario de los inicios del proceso revolucionario oriental, es de destacar que, de estos habitantes de la Villa del Pintado, salió gran parte del dinero y hombres que permitieron el pertrechamiento y desarrollo de actividades militares del llamado Escuadrón de Voluntarios de la Florida, creado en 1811 bajo la comandancia del hacendado Tomás García de Zúñiga. Este escuadrón se unió a José Artigas el 15 de mayo, en Guadalupe de Canelones y debemos resaltar que todos los voluntarios floridenses (en un número aproximado a los 400) participaron en la resonante victoria de la batalla de Las Piedras.

 

Rescate arqueológico a fines del siglo XX.

En los primeros días de diciembre de 1987, luego de meses de trabajos en las cercanías de la ciudad de Florida, las máximas autoridades del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay daban a conocer el trascendente hallazgo del primer punto fundacional de las autoridades colonialistas españolas en territorios del departamento floridense, y antecedente más remoto en el proceso que epilogaría en la fundación en 1809 de la Villa de San Fernando de Floridablanca. En la oportunidad, en representación del citado Instituto, estuvieron presentes su presidente el Prof. Edmundo Narancio, el vicepresidente Prof. Carlos Manini Ríos, además de Raúl Acosta y Lara, Fernando Assuncao, Jorge Anselmi, José M. Traibel, Ernesto Puig, Alfredo K´nacke y el fotógrafo Alfredo Testoni, los que hicieron entrega del material probatorio de su hallazgo a las autoridades departamentales encabezadas por el Intendente, Dr. Augusto Montesdeoca, en una muy reservada ceremonia realizada en el salón Ursino Barreiro de la Intendencia floridense. Dando cuenta de los trabajos realizados y los vectores de investigación que permitieron ubicar este punto inaugural con absoluta precisión, el Prof. Narancio refirió que los documentos de la época 7

 

colonial marcan el origen de esta fundación en una decisión del Cabildo de Montevideo de 1757, llevada a la práctica recién en 1760; con el fin de vigilar la frontera norte de su jurisdicción y proteger a los hacendados de la zona de los constantes ataques indígenas y de los bandoleros que llegaban del norte. El presidente del Instituto señaló que había permanecido en la oscuridad el primer lugar donde se alzara el fortín, hasta el momento en que el equipo multidisciplinario munido de elementos tecnológicos apropiados llegó a Florida. Tal cual se dio cuenta, el primer punto fundacional se ubicó en las cercanías de la ciudad capital del Dpto. de Florida, en el paraje de Santa Teresa, sobre una elevación que los documentos denominan como “Cerro del Cabildo”. Tal hipótesis –basada en el análisis documental- trajo a los investigadores que, trabajando con sofisticados detectores de alta precisión, lograron la certeza irrefutable de hallarse sobre un asentamiento militar hispano. Consecuentemente se iniciaron las excavaciones, de las que surgieron sendos materiales: estriberas militares, hojas de cuchillos y puntas de lanzas de metal (en su mayoría de bronce), útiles de uso doméstico en los destacamentos militares del siglo XVIII, municiones de armas de la misma época. Parte de ese material arqueológico fue entregado por el Instituto con destino al museo departamental. Aquel trascendente anuncio de 1987, cuando no existía un verdadero museo departamental, pasó casi desapercibido (los materiales fueron guardados por años) siendo aún inédito en tanto a la historiografía lugareña.

 

Ubicación del fortín.

La investigación histórica es, siempre que deba hacerse sobre las dificultades que este caso se enfrentó por años, lenta y sinuosa. El devenir de los años y la vida de generaciones que se superponen sobre el mismo espacio geográfico, muchas veces son el principal impedimento para las excavaciones y/o para poder certificar que las piezas logradas por estos medios efectivamente pertenecen a un momento histórico determinado. En el caso concreto del fortín de San Juan Bautista, superada la incertidumbre de su ubicación, se contó con peculiares facilidades. 8

 

En el lugar se hallaron en 1987 claros rastros de un fortín, y luego, durante todo el tiempo que media hasta el presente no se construyó nada; las piezas encontradas también son únicas no habiéndose encontrado ningún otro indicio de que allí pudieran haberse superpuesto piezas de distintas épocas; y el otro aspecto que corrobora fehacientemente lo dicho es que solo se ubicaron piezas en la cumbre del cerro, no obteniéndose ningún indicio en todos los alrededores (que también se rastrearon electrónicamente), demostrándose así que el lugar exacto donde aquellos hombres de la frontera de Montevideo pasaron allí la mayor parte de su tiempo. Los investigadores infirieron además que ninguna batalla se disputó frente a la empalizada por carecerse de restos materiales que abonasen tal hipótesis. Estos no hallaron restos de cañones o bolaños que fundamentasen la idea de la utilización de artillería pesada por parte la la guarnición. Tampoco existen restos materiales y/o documentos que permitan establecer fehacientemente la cantidad de soldados que la integraban.

 

Como reflexión final debemos decir que lamentablemente arribamos al año 2010 sin que se produjera una justa conmemoración del 250 aniversario de la fundación del fortín de San Juan Bautista. El interés y la acción estatal no se continuaron en el tiempo, el predio fue cambiando de propietarios que a su vez tampoco se preocuparon por preservar el sitio, lo que ha llevado a que los avances logrados en el año 1987 se perdiesen por omisión o desidia. Los floridenses tenemos en él debe, como asignatura pendiente, continuar el proceso de rescate arqueológico de este mojón fundamental en la reconstrucción de la memoria e identidad de nuestra comunidad.

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